El acné es una patología de consulta muy frecuente en clínicas de dermatología y, aunque mayoritariamente afecta a gente joven, lo cierto es que no conoce edad.
El abordaje terapéutico no es complicado, siempre que se comprenda de manera clara que el acné no es una enfermedad, sino que son muchas comprendidas todas bajo ese nombre: juvenil, retencional, polimorfo, conglobata, yatrógeno, del adulto… así como otros síndromes más complejos. Por ello el tratamiento es muy variado, desde queratolíticos, retinoides, antibióticos… La oferta terapéutica es amplia, pero lo esencial es seleccionar la correcta para cada paciente y en cada circunstancia.
No nos debemos olvidar las medidas higiénico-dietéticas y la idiosincrasia de cada paciente, que lleva su enfermedad con mayor o menor resignación. Hay que ponerse literalmente en la piel de cada uno de ellos para acompañarle en el cumplimiento de su tratamiento.
Aun reconociendo que, por lo general, el acné es una patología autolimitada, la podemos comparar con un incendio que se apaga cuando no queda nada por quemar, pero el paisaje puede ser desolador: las terribles cicatrices. Es por ello que debemos disponer de medidas preventivas como soluciones para después de sofocado el incendio: los peelings químicos, la mesoterapia y el pen roller son nuestras mejores armas.
Para finalizar, cuando tenemos el acné eliminado, debemos instaurar un consejo cosmético apropiado a cada tipo de piel, preventivo no solo de futuras lesiones sino también como cosméticos anti-envejecimiento sin riesgos.